¡Mira Mamá, estoy volando!

De nuestros archivos, Enero 2015.


Barbara Joan Schaffer
Barbara Joan Schaffer

Si no hubiera pájaros, ¿tendrían alas los ángeles, o aviones los seres humanos? Un día de noviembre volé en un ultraligero con alas flexibles de poliéster impulsado por un motor de dos tiempos. Montada como en un reboso a la espalda del piloto, me elevé sobre el río Colotepec y de allí sobre los campos de cultivo de la Barra de Navidad, los Naranjos y el Rancho Neptuno, y luego por encima de las olas en el vuelo de vuelta a la Barra de Colotepec.

¿Estaba acaso asustada? No, estaba aterrorizada. Tan pronto el motor arrancó para despegar, cerré mis ojos muy apretados y me aferré a los hombros del piloto, el Capitán Roberto Cantón, como si mi vida dependiera de ello. “No tengo que hacer esto”, pensé. “Todavía hay tiempo para echarme para atrás”. Pero otra voz dijo, “Roberto ha estado volando estas cosas por más de 30 años. Confía en él”.

Barra de Navidad
Barra de Navidad

Para cuando abrí los ojos ya habíamos cruzado el río. La vista del campo, las montañas y el océano en una mañana soleada, a 300 metros de altura, era simplemente celestial. Me relajé y empecé a tomar fotos. Sin embargo, volar sobre el océano sin chaleco salvavidas sí me ocasionó algo de ansiedad.

De hecho un vuelo de diez minutos de duración ofreció un satisfactorio cóctel de adrenalina ocasionada por el miedo, y serenidad — en el aire perdí el aburrido parloteo de mi mente. De vuelta en tierra (cerré los ojos para el aterrizaje), me sentí maravillosamente energizada. Le dije a Roberto que el vuelo en ultraligero es una terapia maravillosa, y él estuvo de acuerdo. Le comenté que aunque estaba muy contenta de haber hecho el viaje, nunca lo volvería a repetir. Pero sí lo haré.

Roberto Cantón
Roberto Cantón

Roberto, un nativo de Italia, ha estado volando ultraligeros (pequeños aviones a propulsión y de tres ruedas) desde que tenía 18 años y ha volado tan alto como 3,000 metros. Trabajó como piloto profesional de helicópteros.

Roberto fundó el Club de Vuelo con cuatro socios y dos aviones Aliferrari que trajo desde Italia. Una cuota de membresía de 600 pesos cubre el costo de un vuelo de diez minutos sobre el río Colotepec.

Coast, Los Naranjos
Coast, Los Naranjos

El Club de Vuelo funciona desde un hangar en la Barra de Colotepec (Barra Uno) que pertenece al Herbal Garden de México. La pista de aterrizaje está en un campo de albahaca ahora en descanso. Para llegar allí hay que tomar la calle principal que atraviesa la Barra. El pavimento termina en el restaurante El Río, pero el camino de terracería está en buenas condiciones. Pasa uno una arboleda de neem, y la entrada está del lado derecho. Llamar al 954 181 87 80.



Río Colotepec
Río Colotepec


Skydiving Zicatela

De nuestros archivos, Noviembre 2016.

Por Naomi Mison

Naomi Mison después del salto
Naomi Mison después del salto

Uno de los atractivos de Zicatela en la temporada alta es ver a los paracaidistas aterrizando. Saltar de un avión parece aterrador, y lo es. Pero también es una experiencia muy emocionante.

Lo bueno es que no saltas solito. Estás atado con arnés a un instructor certificado por la Asociación de Paracaidistas de E.U. Sin embargo, me decía a mi misma: esta persona tiene mucha experiencia y no quiere morir. Antes de saltar, el instructor te enseña las técnicas del paracaidismo: caída libre, planeo con paracaídas abierto y aterrizaje.

El vuelo del aeropuerto a Zicatela es muy breve. Una vez que el avión llega a 4,000 metros, prepárate para saltar. En la puerta, reconsideré mis opciones, pero antes de poder decirle al piloto que había un cambio de planes, ya iba en caída libre.

La caída libre dura 60 segundos, pero parece una eternidad. El viento era tan intenso que no podía ver por tantas lagrimas que llenaban mis ojos y sentía que la piel se separaba de los músculos. Entonces el instructor tiró la cuerda, abriendo el paracaídas. Desapareció el viento, y experimenté una sensación de paz y tranquilidad. La vista era formidable.

Llegó la hora de aterrizar. El instructor agarró las cuerdas con fuerza cuando nos aproximamos a la playa. Con las piernas levantadas, nos deslizamos sobre la arena. El salto duró cerca de siete minutos en total. Después vino el torrente de adrenalina y un sentido profundo de alivio. Skydive Puerto Escondido http://www.skydivepuertoescondido.com

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