Una caminata por la mañana a la cascada Monte Oscuro
Pasito a pasito con mucha cautela trato de cruzar el cause del río. Traigo una vara para apoyarme y la clavo en el fondo del río para sostenerme. Pero las rocas están mojadas y la suela de mis botas no se afianza en la superficie resbalosa. Sin previo aviso, me resbalo y me caigo derechito al río.
De repente, estoy sacudiéndome en un metro de agua, completamente vestida, tratando de no perder la vara, mientras que con la otra mano agarro las rocas babosas. Tal parece que mis pies no encuentran el fondo y cuando lo hacen, la corriente me las vuelve a mover.
Eventualmente, llego a salir del agua sobre una roca. Aturdida y como una sopa, no dejo de preocuparme por si mi cámara, bien empacada en la bolsa en mi espalda, ha sobrevivido la inmersión. ¿Cuál es el mensaje? Asegúrate de ponerte los zapatos apropiados cuando quieras cruzar un río. Además, nunca subestimes el poder de la naturaleza.
Mi pareja y yo —un par de turistas australianos— hacemos un recorrido con Javier Santos, un amigable guía local que ha ofrecido enseñarnos los sitios de interés de Puerto Escondido.
La aventura de hoy es la cascada de Monte Oscuro, a una hora de Puerto en coche, seguida de una caminata de 90 minutos por el bosque. Javier promete recorridos naturales —y la naturaleza es lo que encuentras—. Nos hallamos bajando laderas de pastizales que nos llegan a los muslos, sorteando rocas grandes y vadeando arroyos. Nos agarran y rasguñan las malvadas ramas y los mosquitos del camino no perdonan. Pero todo es parte de la aventura, ¿verdad?
Salimos al amanecer, la mejor hora para explorar.
Es la hora dorada, perfecta para sacar fotos, antes de que llegue el calor y el resto del mundo se despierte. Pasamos por la pequeña comunidad de San Martín Caballero, donde las gallinas corretean a tus pies y los perros están tirados a medio camino y te miran con sospecha.
Muy pronto nos encontramos rodeados de la naturaleza; los únicos sonidos son los reclamos de las aves y los insectos. Paseamos por campos espectaculares de flores silvestres moradas, donde las mariposas y abejas danzan entre las plantas. El rocío brilla con la luz matinal dándole al lugar un aura mágica.
Javier nos muestra una gran variedad de flora y fauna, incluyendo el “árbol del amor” (dos diferentes especies de árbol enganchadas en un abrazo). Hay nidos colgantes de termitas y campos de maíz recién cosechados. Pasamos por una casa donde el maíz y los granos de café se han esparcido al sol y la ropa está tendida en la cerca.
Al llegar a la cascada, nos paramos asombrados ante la belleza y tranquilidad del lugar. Nuestros únicos acompañantes son una parvada de garzas blancas congregadas en las copas de los árboles que de vez en cuando se zambullen a pescar. Después disfrutamos una colación de sándwiches y fruta, relajándonos con el sonido del agua.
Al terminar, nos metimos al agua fresca, y ahora se desparece tanto el calor del día como los piquetes y arañazos del camino. Todas las penurias del trayecto, incluso la zambullida accidental, fueron poco precio por el placer de nadar bajo la cascada.
al 954 135 0188 para agendar una excursión.