Surf con remo en Puerto Suelo

Cuando poso mis pies cautelosamente en la tabla flotante, mis piernas empiezan a temblar inmediatamente, así que separo las piernas a la altura de los hombros y me paro al centro tal como me enseñó el instructor.

Me alejo de la orilla usando el remo, pero me pongo nervioso al pensar que me puedo caer de cabeza al agua turbia. Por un rato mis piernas están muy tensas para mantener el equilibrio, pero muy pronto encuentro el ritmo y me puedo relajar.

¡Lo logré! ¡Surfeo con remo!

Dejo que la brisa me penetre y disfruto de la calma que me da el surfear con remo en la laguna de Manialtepec, a 16 km. de Puerto Escondido. Es una tarde nublada, pero el paisaje es apacible y poco a poco puedo remar parado con más confianza y ya estoy libre para absorber el asombroso entorno.

Después de esta breve pero divertida introducción al mundo del surf de remo, nuestro pequeño grupo de turistas extranjeros se apila en una lancha y nos dirigimos a Puerto Suelo, una comunidad en la laguna compuesta de tan solo cinco familias (y una escuelita).

Nos detenemos para surfear remando a través de la densa jungla de manglares, las ramas están tan abajo que cada remero debe mantenerse de rodillas y no de pie. En algunas partes las ramas forman una madeja tan cerrada que parece que estamos en una caverna de paja o en un nido boca abajo. El único sonido es el golpeteo de las tablas y los remos al tocar el agua además del canto de las aves a lo lejos.

Los que no fueron a remar tienen la oportunidad de relajarse en el bote atracado, disfrutar una cerveza y nutrirse de la belleza natural de la laguna y los manglares.

No muy lejos de Puerto Suelo, la lancha para por tercera vez y algunos nos bajamos a remar de nuevo. Esta vez, nuestro telón de fondo es una puesta de sol espectacular, de color rosa eléctrico y naranjas detrás de nubes moradas esponjosas y la silueta de las palmeras. Remamos despacio, relajados y tranquilos, asegurándonos de asimilarlo todo.

Al llegar a Puerto Suelo nos recibieron amablemente en un restaurante frente a la playa donde nos dan cerveza fría y frutas. Reflexioné sobre lo afortunado que soy mientras saboreaba fruta fresca, sorbía mi cerveza y miraba la fascinante puesta de sol. Lo que hizo este momento más especial fue que cuando miré al otro lado de la puesta pude observar la formación de una tormenta con rayos plateados iluminando las nubes oscuras.

Mientras regresamos al bote en la oscuridad, con la brisa rozando mi cara, sigo pasmado de esta maravilla natural. Las luciérnagas iluminan los árboles como luces navideñas y la luna nos sonríe como una carita feliz. Revisamos la laguna con linternas buscando cocodrilos y golpeamos la superficie del agua para ver la magnífica bioluminiscencia. Así es la naturaleza en su forma más bella.

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