¡Mira Mamá, estoy volando!
Si no hubiera pájaros, ¿tendrían alas los ángeles, o aviones los seres humanos? Un día de noviembre volé en un ultraligero con alas flexibles de poliéster impulsado por un motor de dos tiempos. Montada como en un reboso a la espalda del piloto, me elevé sobre el río Colotepec y de allí sobre los campos de cultivo de la Barra de Navidad, los Naranjos y el Rancho Neptuno, y luego por encima de las olas en el vuelo de vuelta a la Barra de Colotepec.
¿Estaba acaso asustada? No, estaba aterrorizada. Tan pronto el motor arrancó para despegar, cerré mis ojos muy apretados y me aferré a los hombros del piloto, el Capitán Roberto Cantón, como si mi vida dependiera de ello. “No tengo que hacer esto”, pensé. “Todavía hay tiempo para echarme para atrás”. Pero otra voz dijo, “Roberto ha estado volando estas cosas por más de 30 años. Confía en él”.
Para cuando abrí los ojos ya habíamos cruzado el río. La vista del campo, las montañas y el océano en una mañana soleada, a 300 metros de altura, era simplemente celestial. Me relajé y empecé a tomar fotos. Sin embargo, volar sobre el océano sin chaleco salvavidas sí me ocasionó algo de ansiedad.
De hecho un vuelo de diez minutos de duración ofreció un satisfactorio cóctel de adrenalina ocasionada por el miedo, y serenidad — en el aire perdí el aburrido parloteo de mi mente. De vuelta en tierra (cerré los ojos para el aterrizaje), me sentí maravillosamente energizada. Le dije a Roberto que el vuelo en ultraligero es una terapia maravillosa, y él estuvo de acuerdo. Le comenté que aunque estaba muy contenta de haber hecho el viaje, nunca lo volvería a repetir. Pero sí lo haré.
Roberto, quien se mudó a Puerto desde Italia hace dos años, ha estado volando ultraligeros (pequeños aviones a propulsión y de tres ruedas) desde que tenía 18 años y ha volado tan alto como 3,000 metros. Trabajó como piloto profesional de helicópteros.
Roberto fundó el Club de Vuelo con cuatro socios y dos aviones Aliferrari que trajo desde Italia. Una cuota de membresía de 400 pesos cubre el costo de un vuelo de diez minutos sobre Zicatela o sobre el río Colotepec.
El Club de Vuelo funciona desde un hangar en la Barra de Colotepec (Barra Uno) que pertenece al Herbal Garden de México. La pista de aterrizaje está en un campo de albahaca ahora en descanso. Para llegar allí hay que tomar la calle principal que atraviesa la Barra. El pavimento termina en el restaurante El Río, pero el camino de terracería está en buenas condiciones. Pasa uno una arboleda de neem, y la entrada está del lado derecho. Llamar al 954 124- 8448 o al 954 544-0914.